2012/12/01

Los Cuentos de Tío Conejo

Bernardo Alexander Ibarra
Antropologo


UNA FIESTA EN LA SELVA

Era un día como ningún otro. Tío León, el Rey, daría una fiesta a todos los animales de la selva. Ninguno podía perderse tal oportunidad, pues habría chicha, guarapo y de comer lo que se antojaran los presentes. Tío León la presidiría, y sería  esa una gran oportunidad en la cual los animales olvidarían sus tradicionales rivalidades y se darían a la diversión.
Desde muy temprano, los invitados empezaron a dirigirse al lugar de reunión; algo así nadie se lo podía perder.
Tío Conejo, que vivía algo apartado del lugar de la reunión, daba una, otra y más vueltas en su cueva. Penaba en cómo llegar a la fiesta. Dejó de dar vueltas y salió de su madriguera. Ya era muy tarde y de seguro, no llegaría temprano a la fiesta como era su intención.
El Show del Cuento
De repente algo se movió en la espesura de la selva. Tío Conejo intentó refugiarse en su cueva, pero era demasiado tarde. Ante él desapareció la impotente figura de Tío Tigre.
Tío Conejo, asustado, sólo se atrevió a decir:
-Tío tigre… ¡Que susto me ha dado usted…!
-¿Lo asusté?- preguntó Tío Tigre. -.Debió ser por mi figura; siendo usted un animal tan pequeño…-dijo con cierto aire de grandeza.
-Sí- respondió Tío Conejo, -debió ser por eso.- al tiempo que miraba pícaramente a Tío Tigre.
-¿A dónde se dirige?-. le preguntó.
-¿Yo…? A la fiesta- respondió Tío Tigre.
Si Tío Tigre hubiese imaginado lo que le esperaba, jamás habría respondido de esa forma.
-Tío Tigre, usted por qué no hace el favor de llevarme a la fiesta, es que…
-¿Yo?- interrumpió rugiendo Tío Tigre.- ¿Cómo se le ocurre?-
-No se enoje, Tío Tigre- prosiguió Tío Conejo sin impacientarse. – Lo que ocurre es que el lugar de la fiesta queda muy apartado de aquí. Imagínese, si llego saltando a la fiesta de seguro mis pequeños pies estarán deshechos para entonces y no voy a poder bailar. Además, un animal tan pequeño como lo soy, ¿qué molestia puede ser para usted? Y, en verdad, ¿qué molestia sería Tío Conejo para el gran Tío Tigre?
-Ummm… bueno, voy a tener compasión de usted, Tío Conejo- respondió Tío Tigre. –¿Pero cómo lo voy a llevar?
-A mocho- respondió sin titubear Tío Conejo.
-¿Qué?- gruñó Tío tigre.- ¿Es que me vio cara de caballo o qué? Pues no , si es así, se queda- sentenció el  Tío Tigre.
-Pero Tío Tigre, si no es en su lomo ¿cómo me va a llevar?
-Ummm, bueno eso es cierto. A ver, súbase antes de que arrepienta.
-Pero Tío Tigre, con estas paticas tan chiquiticas que tengo me caigo; déjese poner silla…
-¿Qué…?- volvió a gruñir Tío Tigre. - ¿Es que me vio cara de caballo o qué? Ni se le ocurra.
-Pero Tío Tigre, para un animal tan grande y verraco como usted ¿qué importancia puede tener una silla?
-Pero es que…
-No, Tío Tigre, yo lo creía más verraco, yo no creía que usted era tan…
-¿Tan qué?- gruñó Tío Tigre.-No se crea, Tío Conejo, yo soy más verraco de lo que usted cree…Ponga esa silla y súbase antes que me arrepienta.
Tío Conejo sacó la silla y la enjalma y se la colocó lo más rápido que pudo a Tío Tigre y muy pronto estuvo sobre él. Al verse allá arriba, dijo:
-Tío Tigre, Tío Tigre…
-¿Qué? ¿Y ahora qué pasa? Le aseguro, Tío Conejo, que yo no me voy a dejar poner nada más.
-Claro Tío Tigre. Lo que sucede es que a estas zancas tan cortas que tengo, de seguro se me escaldan; deje que me ponga los zamarros, ¿si…?-
-Bueno, si es así, si. Pero apúrese, que ya se me está haciendo tarde.
Se bajó Tío Conejo, entró a su cueva y salió con zamarros bien puestos. Parecía un verdadero chalán. Se subió a la silla y, al verse allá arriba, dijo:
-Tío Tigre, Tío Tigre…
-¿Qué pasa carajo? ¿Y ahora qué se le olvidó?
-Es verdad que usted es el animal que más rápido corre?-
Preguntó Tío Conejo.
-Sí, y ni siquiera se atreva a dudarlo, pues el que lo haga tendrá  que vérselas conmigo.
-Pues Tío Tigre, si es así, déjese poner jáquima y freno, no ve que…
-¿Qué?- gruñó Tío Tigre- ¿es que me vio cara de caballo o qué? Tío Conejo, no se aproveche, si yo lo quiero llevar es porque me da pena de usted, pero no se aproveche.
-Pero Tío Tigre, dese cuenta de que si no le coloco jáquima y freno,  no voy a tener de qué agarrarme. Imagínese si en esas carreras suyas de repente se atraviesa algo en el camino, ¿cómo lo detengo? Por favor, Tío Tigre, déjese poner jáquima y freno, es por nuestro bien.
Tío Tigre volvió a gruñir. Se quedó mirando por largo rato a Tío Conejo y no se hacía a la idea de la jáquima y el freno. Pero esas carreras algo podía suceder…Al fin se decidió.
-Bueno, Tío Conejo, traiga la jáquima y el freno.
Ni corto ni perezoso, Tío Conejo entró en su cueva, sacó la jáquima y el freno y se los colocó a Tío Tigre. Se subió a la silla y cuando estuvo arriba dijo:
-Tío Tigre, Tío Tigre…
-¿Qué pasa carajo? No joda más, Tío Conejo, ¿no ves que ya es demasiado tarde para llegar a la fiesta?
-Pues de eso le quiero hablar, Tío Tigre. Déjese poner espuelas.
-¿Qué?- gruñó más enojado que nunca Tío Tigre-¿Me vio cara de caballo o qué? Eso ni se le ocurra. Véanlo, eso si no, querer colocarme espuelas. ¡Eso ni se le ocurra!
Tío Tigre rabiaba y rabiaba bajo la paciente mirada de Tío Conejo. El tiempo pasaba. Pronto Tío Tigre se calmó y Tío Conejo le dijo.
-Vea Tío Tigre, ya queda muy poco tiempo para llegar a la fiesta y Tío León no le va a perdonar que usted llegue tarde; no se le olvide que usted es el segundo y si llega tarde…yo no quiero imaginarme a Tío León…
-¡Cállese Tío Conejo! Le dejo poner las espuelas pero eso sí, despacito no más. Porque de lo contrario…
-Tranquilo, Tío Tigre, yo sé cómo hacerlo…
Se bajó nuevamente Tío Conejo, entró a su cueva y salió con un par de espuelas de lo mejor. Se subió sobre Tío Tigre y cuando se vio arriba, ¡rass!, ¡rass!: rayó  Tío Conejo a Tío Tigre y en un abrir y cerrar de ojos, llegaron al lugar de la fiesta. Tío Tigre. Tío Tigre estaba asoleado, cansado, nunca en su vida había corrido tanto y en esas condiciones. Y aún jamás como un caballo. Mirando su charrasco lleno de sangre por causa de las espuelas, no daba crédito a lo que sus ojos veían y mucho menos se explicaba lo que había sucedido. Tío Conejo lo dejó amarrado a un árbol cerca de la fiesta. Tío Tigre no se resistió, no tenía ánimo ni de hablar, mucho menos de oponerse a tal situación.

TÍO CONEJO, ¡QUE ATREVIDO!
El Show del Cuento
Llegó Tío Conejo a la fiesta y ya se encontraban ahí todos los animales. Bueno, no todos: algunos estaban por llegar. Tío Conejo decidió aprovechar al máximo la fiesta y al momento estaba comiendo y bebiendo. Tío León, por su parte, no hacía más que saludar a los invitados, reír y gritar.
-Más música, que toquen los músicos.
Así en ese ambiente, transcurrió la fiesta sin que nadie se percatara de la ausencia de Tío Tigre. Pasó y pasó el tiempo, hasta que Tío León tuvo que abandonar la fiesta ayudado por otros animales. Tío Conejo no podía perder la oportunidad y gritó.
-¡A ver, carajo, que me sirvan trago y comida y que toquen los músicos!, o si no…
Algunos animales callaron, no entendían lo que pasaba.
-¡Que me sirvan trago y comida y que toquen los músicos!
-gritó nuevamente Tío Conejo, - o si no…
-¿Dónde está Tío León para que saque a este patán?- gritó Tío Gallinazo-¿A caso nos vio cara de sirvientes?
-No escucharon. ¡Que me sirvan trago y comida y que toquen los músicos!, o si no… - volvió a gritar Tío Conejo.
Esta vez los animales presentes preguntaron:
-O si no ¿qué?
Tío Conejo levantó su camisa, dejando ver la cacha de una peinilla que tenía en la cintura, y dijo:
-O si no, les doy plan; así que sírvanme trago y comida y que toquen los músicos.
Tío Gallinazo fue el primero en servir a Tío Conejo. Todos los animales, uno a uno, imitaron a Tío Gallinazo sin aceptar lo que pasaba.
¡Qué osadía! Atreverse Tío Conejo, y como era de esperarse:
-¡Que me sirvan trago, comida y que toquen los músicos!, o si no…
-O si no ¿qué?- respondieron los demás animales al tiempo que se lanzaban sobre él.
Tío Conejo intentó sacar su peinilla, pero para qué. De nada le servirá. Adiós borrachera. No le quedó más remedio que echar a correr y perderse en la espesura de la selva. Gracias a su habilidad para meterse en cualquier hueco, Salió ileso de aquel impase. Pero los animales lo buscarían, difícilmente le perdonarían su atrevimiento.
Regresaron al lugar de la fiesta y puesto que ninguno había atrapado a Tío Conejo, decidieron declararlo animal no grato. Tío Conejo no sería invitado a ninguna fiesta mientras no se disculpara  por su atrevimiento y diera una explicación convincente de sus actos. Luego, cada uno de los asistentes se marchó a su guarida.
En el camino a su casa, Tía Zorra encontró algo que la dejó pasmada de asombro, no podía dar crédito a lo que sus ojos veían. Estaba Tío Tigre amarrado a un árbol, con jáquima, freno, montura y su lomo lleno de sangre. ¿Qué habría podido suceder? Tía Zorra decidió averiguarlo. Se acercó a Tío Tigre y le preguntó:
-Tío Tigre, Tío Tigre, ¿qué le pasó?- al tiempo que lo desamarraba-¿Por qué está asi…?
Tío Tigre no contestaba. ¡Qué humillación!, el gran Tío Tigre, el segundo al mando entre animales, había sido montado por Tío Conejo. ¿Cómo explicar tal situación? ¿Qué pasarían los demás animales? Al rato murmuró:
-Ese desgraciado me las va a pagar…
-Tío Tigre, ¿qué dice?- preguntó Tía Zorra. Tío Tigre la miró y en sus ojos se divisaba la ira.
-Ese desgraciado me las va a pagar. Esto no se queda así
-rugió Tío Tigre.
Fue tan fuerte el rugido,  que asustó a tía Zorra, quien salió corriendo del lugar. Nunca había visto a Tío Tigre tan enojado. ¿Quién o quién pudo dejar a Tío Tigre en esas condiciones? De pronto recordó a Tío Conejo en la fiesta y su vestimenta de chalán con aperos de vaquero. ¿Habría sido él? Cómo Tía Zorra era tan bochinchera, decidió divulgar lo que según ella había sucedido. Tío Conejo había puesto de caballo a Tío Tigre.
Desde ese día Tío Tigre se dedicó a buscar a Tío Conejo para justar cuentas. A los oídos de Tío Conejo llegó la noticia de que Tío Tigre lo andaba buscando.
-¿Ahora qué hago?- se preguntaba Tío Conejo.- ¿Cómo me voy a librar de Tío Tigre? Si me encuentra me hace trizas. Tío Conejo decidió marcharse de su cueva. ¿Pero dónde ir? Adonde fuese, Tío Tigre lo encontraría.
       
   EL VIAJE
Sin rumbo alguno, Tío Conejo se perdió en la espesura de la selva. Luego de varias jornadas de camino se dio cuenta de que Tío Tigre lo seguía de cerca; era ya de noche y se avecinaba una tormenta. En la distancia se divisaban los rayos y centellas que caían sin cesar, los relámpagos apenas se escuchaban, pero para Tío Conejo que siempre les ha tenido miedo, era el fin del mundo.
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Desesperado, decidió buscar refugio; no encontraba dónde, pues la protección de los árboles no era suficiente para acallar la furia de la naturaleza. En su buscar encontró una cueva, no sabía ni imaginaba a quien podía pertenecer, pero aún así decidió adentrarse en ella
-Qué olor más extraño- se dijo Tío Conejo.
Ni siquiera se imaginaba quién podía ser el dueño de la cueva, pero era muy segura y poco se escuchaban los relámpagos que tanto lo asustaban.
De pronto, en la penumbra observó la imponente figura de Tío Tigre. Se había mentido en la cueva de Tío Tigre, a la boca de Tigre como dicen.
-¡Dios mío, esta es la cueva de Tío Tigre! Si se da cuenta de que estoy aquí, me mata. ¿Qué hago?- se preguntó.
Era cierto, Tío Tigre lo seguía y esa era su cueva e iba a refugiarse de la tormenta, pues Tío Tigre, al igual que Tío Tigre, al igual que Tío Conejo, temía a los relámpagos.
Tío tigre, perturbado por la tormenta, apenas se percató de aquel extraño olor que rondaba el ambiente.
-¿Qué podrá ser?- se preguntó. Caminó hacia el fondo de su guarida. De pronto pisó algo. Al instante, una voz como salida de ultratumba preguntó;
-¿Quién es aquel que osa pisarme el dedo chiquito del pie?
Tío Tigre se desesperó aún más.
_Si lo que estoy pisando es el dedo pequeño del pie… de lo que sea… ¿cómo será él?- pensó
Sin quedarse a averiguarlo, Tío Tigre emprendió la huida, salió corriendo a la velocidad que le permitían sus fuerzas. En la cueva de Tío Conejo reía y reía de su acción. Nuevamente se había burlado de Tío Tigre. Esa noche durmió como un rey. A la mañana siguiente reinició su marcha, eso sí, a sabiendas de que Tío Tigre andaba tras él.

HOJARASQUIN DEL MONTE
Tío Conejo caminó y caminó hasta encontrar un lugar extraño. En la distancia divisó una construcción, se acercó y observó que era un trapiche donde se molía la caña; no muy lejos de ahí observó algo más extraño aún, un animal que jamás había visto en la selva: era Tío Burro, estaba con montura. Después de apreciar sus cualidades y mirar la miel en el trapiche, una sonrisa apareció en su pequeño rostro.
Echó miel sobre su cuerpo, se dirigió a una cachaza y cubrió su cuerpo con grandes hojas secas; luego tomó a Tío Burro y regresó en dirección a la selva. No había caminado mucho cuando… ¡Tío Tigre!-¿Quién eres tú?- preguntó Tío Tigre visiblemente sorprendido.
-Soy Hojarasquín del Monte, amigo de Tío Conejo.
Tío Tigre no salía de su asombro. Tío Conejo con amigos por esos lados…se preguntaba. Y mirando a Tío Burro, animal que nunca en su vida había visto, volvió a preguntar:
-¿Y eso…?
-Es una máquina de guerra- respondió Hojarasquín del Monte.
Tío Tigre no daba crédito a lo que miraba. Se asustó mucho más cuando vio que las largas y horribles orejas de Tío Burro se movían en dirección a él y señalándolas indagó:
-¿Yeso…?
-Esa es la mira. Gracias a ella detecto a los enemigos de Tío Conejo. Y puesto que en esos momentos las orejas de Tío Burro estaban en dirección a Tío Tigre, Hojarasquín preguntó:
-¿Es acaso usted amigo de Tío Conejo?
-No, no…Somos muy buenos amigos- respondió apresuradamente Tío Tigre.
De repente algo  largo y negro se estiró entre las piernas de Tío Burro.
-¿y eso…?
-Ah, eso…eso es el cañón, por ahí disparamos las balas a los enemigos de Tío Conejo.
_ ¿Las balas…?- Se preguntó Tío Tigre.- ¿Y cuáles son?
Hojarasquín señaló entre las piernas de Tío Burro. Tío Tigre estaba a punto de desmayarse. ¡Qué balas más grandes! En verdad, ningún  ser resistiría el ataque de tan fenomenal arma de guerra. De pronto…
-Unmmmrrrr, jummmrrr, umrrrrr, jummmmrrr, ummmrrr…
-rebuznó Tío Burro. ¡Qué sonido más ensordecedor!
-¡La señal de ataque!- gritó Tío Conejo.
Los ojos de Tio Tigre parecía que se iban a salir de sus órbitas y más asustado que nunca salió a correr. Los animales que lo vieron en su estampida creyeron que  de seguro el diablo iba tras de él. Tío Tigre ya no sería problema para Tío Conejo, tirado en el suelo y cogiéndose la barriga reía, reía y reía.

TÍO LOBO, CULIQUEMAO POR BOBO
Tío Conejo regresó a Tío Burro a su lugar de origen y decidió  pasar algunos días en el lugar. Luego de construir su cueva, recorrió los alrededores y encontró dos cosas que le llamaron profundamente la atención. Un maizal y un viñedo.
-¡Qué uvas más grandes y sabrosas!- era lo único que decía cuando las comía. El dueño del viñedo no sabía ni imaginaba siquiera qué animal podría estar comiéndose sus grandes y sabrosas uvas. Decidió idear una trampa. Para ello construyó un muñeco de cera al que cubrió de brea y le colocó en una de sus manos una panela y en la otra un queso, luego ubicó en el centro del viñedo.
Al rato llegó Tío y como era de esperarse, observó al extraño y le preguntó:
-Negro, ¿eso que tiene usted en la mano no es un queso…?
¿Por qué no me da un pedazo…?
Tío Conejo no recibió respuesta alguna.
-Negro,  ¿acaso no me oíste que des un pedazo de queso?
-ordenó.
Más el extraño no respondió. Tío Conejo se impacientaba.
-Ah, no querés hablar. Vamos a ver quién puede más.
Seguidamente Tío Conejo estiró su mano tratando de conseguir el pedazo de queso, pero cuál fue sorpresa cuando su mano quedó adherida al cuerpo del extraño y por que intentaba, no podía zafarse de él. Sorprendido, Tío Conejo aseguró:
-Vea, señor, si usted no me suelta, le doy una trompada y le quito la panela.
Como no recibió respuesta Tío Conejo lanzó su mejor golpe pegada al cuerpo del misterioso ser.
-vea, señor, suélteme; que si no lo hace pego una patada.
Tío Conejo tiró puntapié al extraño, pero nuevamente quedó pegado. Así, entre amenazas y golpes, Tío Conejo terminó completamente adherido al muñeco. Estaba agotado, pues por más esfuerzos que hacía por liberarse de su situación, no los conseguía. Perdidas las esperanzas de libertad, se tranquilizó. De pronto apareció entes sus ojos la figura del hambriento Tío Lobo. Estaba salvado…
-.¡Tío Lobo!- gritó Tío Conejo,- ¡Ayúdeme!- suplicó.
-Tío Conejo, ¿qué hace?- preguntó Tío Lobo visiblemente confundido.
-si le contara, Tío Lobo, vea este señor me tiene aquí porque yo no quiero casarme con su hija.
-¿Cierto, Tío Conejo?-
-De verdad, Tío Lobo; y es tan así, que está comida me da si me caso.-
Tío Lobo observó la panela y el queso, y quiso saber:
-Pero Tío Conejo, explíqueme algo… Si a usted le dan mujer y comida, ¿Por qué no se casa?
.-Es que yo obligao no me caso, así me den toda la comida del mundo.- respondió Tío Conejo.- Y, además, una persona tan pequeña como soy, ¿para qué casarme? Eso es para alguien como usted, Tío Lobo- afirmó.
-¿Cómo yo? Intervino Tío Lobo.
-Tío Lobo- Tío Conejo se apresuró- ¿Por qué no me libera y toma mi lugar? Así se casa con la hija de este buen señor…
-Pues, viéndolo bien, es una muy buena idea- contestó Tío Lobo.- Si me caso, tendré quién me sirva y así ya no voy a tener que salir a cazar.
Tío Lobo liberó a Tío Conejo y tomó su lugar. De seguro su vida cambiaría desde ese momento.
De pronto se oyeron pasos. Tío Conejo dijo:
-Le agradezco, Tío Lobo. Usted no se va a arrepentir de su matrimonio. Esos pasos que usted oye  han de ser  de los que vienen por mí y como yo no quiero casarme, mejor me voy.
Así Tío Conejo huyó del lugar, se ubicó a prudente distancia y observó a Tío Lobo que en voz alta decía:
-Por fin voy a tener qué comer día a día sin tener que salir a cazar; tendré quién me sirva y por qué no, hasta finca me dará el padre de mi esposa…
Su alegre voz se vio interrumpida por la presencia de la madre de su futura esposa, que como cosa extraña traía una barra de hierro al rojo vivo.
-¿y eso que será?- se preguntó asustado Tío Lobo.
-Ah, con que vos sos el animal que se ha estado comiendo mis uvas. Ahora vas a pagar todo lo que te has comido.- Su suegra se ubicó detrás de él.
Tío Lobo no sabía que pasaba, ni se lo imaginaba. Quiso liberarse, pero pese a todos los esfuerzos que realizó, no le fue posible. De pronto sintió que algo le entraba por detrás, quemándole las entrañas.
-¡Auuuuuuuu, auuuuuu, auuuuuuuu!- aullaba el pobre Tío Lobo ante la inclemencia del castigo.
Cuando terminó, Tío Lobo yacía junto al muñeco de brea en condiciones deplorables. Estaba casi muerto, sólo escuchaba la voz de Tío Conejo que riendo y desde una colina cercana, le gritaba.
-Al agua Tío Lobo, culiquemao por bobo!.

ADENTRO, PATAS, QUE EN ESTE MUNDO TODO ES TRAMPA
Luego de reír por lo que había hecho a Tío Lobo, Tío Conejo regresó a su cueva. Pero una inquietud lo asaltaba. Si en las uvas había una trampa, era probable que en el maizal también hubiese una. El ladrón de las uvas había sido atrapado y castigado, ¿Pero el maíz? ¿A quién inculpar? De pronto vino a su mente la imagen de otro animal que merodeaba aquellos extraños lugares. Tía Chucha. Si ella. Sería una ladrona perfecta y además, poco conocía de los antecedentes de Tío Conejo.
Tío Conejo decidió buscarla, y muy pronto la encontró. Estaba con un vestido largo, muy hermoso, y buscaba qué llevar de comer a sus hijos. Tío Conejo se acercó y le preguntó:
-Tía Chucha, ¿Qué hace?
-Qué susto me ha dado, sobrino Conejo- Ya un poco más calmada prosiguió:
-Ando buscando que llevar a mis hijitos.
-Tía Chucha, por la comida de sus hijos no se preocupe, yo tengo una finca llena de maíces tiernos, ahí puede coger lo que quiera para usted y sus hijos.
-¿Verdad sobrino?-. Tía Chucha estaba feliz.
-Sí, camine para que vea.
Tía Chucha decidió seguir a Tío Conejo. ¡Qué felicidad la de la Tía Chucha! En el camino a la finca, cantaba y cantaba.
-Tía Chucha, cállese- le decía Tío Conejo.
-Laray, laray, laray, laray, laray, ¿y es que no voy pa´ lo propio, sobrino?- preguntaba
-Sí, pero cállese, Tía Chucha. ¿No se da cuenta de que alguien la puede escuchar y querrá que también la invite?
Tía Chucha no hizo caso y felizmente seguía cantando. Muy pronto estuvieron en la finca.
-Hemos llegado, Tía Chucha.
-Cómo le agradezco su buena voluntad, sobrino
-No se preocupe, Tía Chucha, puede coger lo que usted quiera.
Tía Chucha muy confiada y sin saber que su sobrino le había llevado a robar, se internó en el maizal cantando a lo que sus pulmones le permitían. La dueña de la finca que esperaba atrapar al ladrón, pronto se dio cuenta de que alguien acechaba su maíz.
Por su parte, Tía Chucha recogía y recogía cuantos choclos podía. De pronto…, ¡guau!, ¡guauu!, ¡guauu!, ¡guauu…! No sabía que hacer, pues el solo ladrar de los perros la aterrorizaba; asustada y dejando todo atrás, echó a correr. Al darse cuenta que los canes pronto alcanzarían si no hacía algo rápido, decidió saltar un quinchau, una cerca de caña brava, y cuál fue su mala suerte cuando su vestido grande y hermoso quedó enredado en la cerca. Los perros ya estaban muy cerca. No le quedó más remedio que deshacer su vestido y correr como nunca antes había corrido. En un momento de lucidez y dándose cuenta de la osadía de su sobrino, que por cierto y había huido, sólo reparó en decir:
-¡Adentro, patas, que en este mundo todo es trampa!

EL VALENTÓN TÍO GALLINAZO
Decidió Tío Conejo regresar a su cueva inicial; su tiempo en aquel hermoso lugar ya había terminado y además Tío Tigre no se atrevería a matarlo, luego de haber conocido a Hojarasquin de Monte y su formidable arma de guerra. Tío Lobo y Tía Chucha no serían gran problema, con su astucia le sobraba y le bastaba.
Un día, cuando recogía algunas yerbas cerca de su cueva, se vio sorprendido. Juá, juá, juá, juá… un animal negro y grande se presentó muy cerca de él. Era Tío Gallinazo.
-Ah, desgraciado, así era que te quería coger; ahora que nos encontramos de manos a boca es cuando vamos a arreglar el problema- aseguró Tío Gallinazo, prosiguió:
-Usted lo que tiene es hambre y frío.
Tío Gallinazo se sorprendió. ¿Cómo se había enterado Tío Conejo de su situación?
-Cállese, Tío Conejo, no…
-No, no, no, no, Tío Gallinazo, tranquilícese. Oígame lo que le voy a decir. Es verdad que nosotros tenemos nuestros problemas, pero voy a ser bueno con usted, pues en este momento se está perdiendo de comer un mocho, un caballo muerto que está acá abajito.
Tío Gallinazo, que siempre ha sido un hambriento, se olvidó de su problema con Tío Conejo y preguntó.
-A´onde e´tá?
-Allí abajito está; váyase eso sí comañitica no más y el primer picotazo se lo pega por detrás, en la cagalera que la tiene abierta.
Juá, juá, juá, juá, voló Tío Gallinazo en busca de su mocho muerto. Muy pronto lo divisó y, en verdad, Tío Mocho yacía en una planada. Tío Gallinazo se acercó muy despacio, tal como Tío Conejo le había indicado. Mientras tanto, Tío Conejo se ubicaba a prudente distancia.
Tío Garrapatero, que se encontraba cerca de ahí, sobre la rama de un árbol y adivinando las intenciones de Tío Gallinazo, lo previno:
-Viiiivo e´tá, viiiivo e´ta.
-Mue´to, mue´to- Contestó Tío Gallinazo.
-Viiivo e´ta, viiivo e´ta.
Pero Tío Gallinazo no eschuchó. Se acercó a la parte trasera de Tío Mocho y metió la cabeza por donde Tío Conejo le había dicho. De repente… se levantó Tío Mocho y corre que no ha corrido, con la cabeza de Tío Gallinazo en su interior.
-Apriete, apriete, Tío Mocho, apriete, Tío Mocho- gritaba Tío Conejo.
Y Tío Gallinazo escarbe que escarbe en la cola de Tío Mocho. Pero sus esfuerzos eran en vano. Por cada arañazo que daba, Tío Mocho más corría y más apretaba su cagalera y Tío Conejo que reía y gritaba:
-Apriete, apriete, Tío Mocho, apriete, apriete, Tío Mocho.
-Yo dije que viiiivo e´taba, viiiivo e´taba- gritaba Tío Garrapatero, que también reía. Viiiivo e´ta, viiiivo e´ta.
De pronto en su loca carrera  y debido a la intromisión de Tío Gallinazo en su cagalera, cagajoneó Tío Mocho. “Pruac, pruac”. Cayó Tío Gallinazo con mierda y todo al piso.
Tío Gallinazo en el suelo y aturdido por lo sucedido, sólo atinó a decir:
-Joy, joy, si Tío Mocho no cagojonea, me horco hoy.
A lo lejos Tío Conejo reía, reía y reía. Tío Gallinazo estaba sin ánimos. Al rato aseguró.
-Juro y perjuro, primero al ojo y después al culo.
Aún así, jamás Tío Gallinazo ni sus descendientes olvidarán a Tío Conejo, pues cuando van a comer de algo, dan un picotazo y luego un salto atrás; además, gracias a Tío Conejo y a Tío Mocho su cuello y su cabeza o tienen plumas como el resto del cuerpo.

HAY QUE ATRAPAR A TÍO CONEJO
Había que poner un alto a las acciones de Tío Conejo. De lo contrario, cualquier cosa podría suceder. Tío Tigre, herido en su orgullo y aún con los rastros de las espuelas en su lomo, decidió citar al resto de animales y exponerles lo que pensaba de Tío Conejo.
Tío León, como Rey y por encima de Tío Tigre, decidió tomar la vocería. Luego de escuchar uno a uno  a los animales burlados y humillados por Tío Conejo, dijo:
-Se hace necesario atrapar a Tío Conejo, a fin de que no siga cometiendo más travesuras. Para ello, debemos idear una forma de atraerlo hacia nosotros sin que desconfíe.
-¿Pero cómo?- Preguntó Tío Lobo.
- El ha dado muestras de ser muy astuto- afirmó Tío Tigre.-Tranquilícense, me haré el muerto- dijo Tío León- y siendo él el único rezandero de la región, se verá obligado a venir. No podrá rehusarse. Tío Zorro se encargará de comunicarle tan trágica noticia. Cuando llegue y esté rezando, lo atrapamos.
Los presentes en la reunión aplaudieron la idea de Tío León. El plan era perfecto. Tío Zorro decidió salir en busca de Tío Conejo. Muy pronto lo encontró, era ya de noche, y bajo la luz de la luna. Tío Conejo paseaba.
Al ver a Tío Conejo, Tío Zorro dijo:
-Tío Conejo, Tío León ha muerto y usted debe ir a su cueva a rezar.
Sin inmutarse por la noticia, Tío Conejo respondió:
-Cómo usted ve, Tío Zorro, este tiempo está muy malo y no he podido coger ni un solo pescado, además, mi mujer está en dieta. Así que para ir allí deben conseguirme una panela, dos libras de carne y ayudarme a sacar ese queso que está en el fondo de este lago.
Tío Conejo desconfiaba de Tío Zorro e imaginaba que la invitación era una trampa de algunos animales de los que se había burlado, pero conocía a la perfección los gustos de Tío Zorro.
-Acérquese.
-Tío Zorro se acercó más al lago.
-Dios mío- dijo- que queso más grande y redondo, nunca había visto uno como este.
-Claro, Tío Zorro, pero primero me consigue lo que le pedí…
-Claro, Tío Conejo.
Tío Zorro se dirigió a la selva; al rato regresó con la panela y la carne.
-Bueno, Tío Conejo, aquí tiene lo que pidió, ahora vamos a sacar el queso…
Tío Conejo reía entre dientes, Tío Zorro sería su próxima víctima. Sin darse cuenta de que lo que había en el fondo del lago era el reflejo de la luna, Tío Zorro se apresuró a ayudar a Tío Conejo a sacar tan valioso tesoro.
-Vea, Tío Zorro, por más que he querido sacar ese queso, no he podido. Ni con anzuelo, ni con galandria. Es que es muy grande. Así que ¿cómo vamos a hacer para sacarlo?- preguntó.
-Ummmm
-Le propongo, Tío Zorro: usted se tira al lago y lo saca, mientras tanto lo espero y cuando usted salga yo le ayudo.
-Bueno, bueno, Tío Conejo- babeaba de las ganas Tío Zorro.
Se tiró Tío Zorro al lago con la esperanza de obtener el queso, pero por más que intentaba, no podía sumergirse, era demasiado liviano para hacerlo. Decidió regresar a la orilla.
-y ahora qué hacemos, Tío Conejo, como no soy tan pesado no puedo hundirme y sacar el queso. ¿Qué hacemos?
Tío Conejo respondió.
-Tío Zorro, eso no es problema; le amarro una piedra a su cuello y con ese peso de seguro se podrá hundir y traer el queso.
-Pero cómo se le ocurre decir eso, Tío Conejo, ¿A caso usted me quiere ahogar?
-No, Tío Zorro, como se le ocurre pensar en eso. Yo lo que quiero es que nos comamos el queso.
- ¿Y entonces por que piensa amarrarme una piedra a mi cuello y tirarme al lago, si no es para ahogarme?
-Tío Zorro, la piedra se la amarro al cuello, pero hacemos un nuco fácil para que usted pueda zafarlo, coja el queso y suba. ¿No cree que así está mejor?
-Bueno, Tío Conejo, eso es otra cosa.
Ambos buscaron la piedra. Era la más grande que pudieron encontrar. La rodaron hasta dejarla junto al río, luego Tío Conejo buscó unos bejucos y la amarró al cuello de Tío Zorro.
¡Chamblummmmm!  Al agua, patos. La cara de Tío Zorro era de desesperación ; estaba en el fondo del lago y no se veía ningún queso. Buscó y buscó cuanto se lo permitían los bejucos y su respiración, pero no encontró nada, nada. Quiso librarse de la piedra, pero le era imposible, el nudo que Tío Conejo había hecho era un nudo ciego; su desesperación aumentaba. Sus largas y afiladas uñas trataban de cortar los bejucos, pero a cada intento se hería más, y más. Ya no podía controlarse. Al fin  logró cortar los bejucos y salir a la superficie. Como pudo alcanzó la orilla. Estaba mareado, la falta de aire y la cantidad de agua que había tragado lo hicieron vomitar. En la distancia Tío Conejo reía y reía.
-Adiós Tío Zorro, tragaste agua por bobo.
Nuevamente Tío Conejo se había salido con la suya, esta vez la víctima fue Tío Zorro. ¿Cuál sería el próximo?

ESTE MUERTO ESTÁ MUY VIVO; MUERTO QUE PEE, VIVO ETÁ
Tío Conejo decidió averiguar sobre la muerte de Tío León y se dirigió a su guarida. Cuando llegó, observó mucho movimiento. Estaban Tío Tigre, Tío Gallinazo, Tía Chucha y otros animales. Empezó a desconfiar. Al ver a Tío León con cuatro velas, preguntó:
-¿De qué murió el finao?
-.Murió de repente- contestó Tío Tigre.
Conejo, que de bobo nada tenía, se acercó a la puerta y dirigiéndose a los presentes, dijo:
-Pues hombre, la única manera de yo creer que Tío León esté muerto es que se tire un pedo y si no se lo tira, está vivo.- afirmó.
Los presentes se sorprendieron. ¿Cómo era eso de que si Tío León se tiraba un pedo estaba muerto y no estaba vivo?
De pronto Tío León alzó la pierna y…
-Puaaaa, púa, púa- tres pedos, no uno, tres.
-No, señor- dijo Tío Conejo emprendiendo la huida, -yo nunca he visto muerto peer, muerto que pee, vivo e´tá,.
Otra vez había escapado Tío Conejo, y ahora ¿qué hacer?


UNA NUEVA REUNIÓN
Los animales se reunieron nuevamente y decidieron evaluar lo  hecho contra Tío Conejo.
-Desgraciadamente, nuestro intento por atrapar a Tío Conejo y obligarlo a que responda por sus actos fue un completo desastre- dijo Tío León.
-Debemos encontrar una nueva forma de atraerlo a nosotros sin que desconfíe y pague por todo lo que nos ha hecho- exclamó Tía Chucha.
-Yo sé cómo- Intervino Tío Lobo, demacrado aún por lo sufrido en su intento de casarse.
-Exponga su idea- Intervino Tío Tigre.
-Hagamos una fiesta de desagravio, lo invitamos diciéndole que es una fiesta para arreglar por las buenas, y ahí lo atrapamos.
Los demás animales aprobaron la idea.
-¿Pero quién le informará de la invitación?- preguntó Tía Zorra.- Pues como ustedes saben, el muy astuto abandonó su cueva y nadie sabe de él.
-Yo lo haré, volaré y volaré hasta encontrarlo- aseguró Tío Gallinazo.
-En caso de que esta trampa no dé resultado, intervendré yo.
-aseguró Tío Tigre.
Tío Gallinazo voló y voló y voló hasta encontrar a Tío Conejo y le informó de la fiesta.
En el lugar de la fiesta, la trampa se preparaba. Tío Lobo haría un huevo en la sala, en el cual se metería y abriría sus fauces de tal manera que cuando Tío Conejo estuviese bailando cayera en su boca y ahí lo atraparían. Todo el salón de baile sería cubierto con hojas secas para que Tío Conejo no dudara.
Muy pronto llegó Tío Conejo al lugar de la fiesta. Fue recibido con gran amabilidad por Tía Zorra, quien le dijo:
-¿Cómo está sobrino Conejo?
Tío Conejo no salía de su asombro. Tío Tigre, Tía Zorra, Tío Lobo, todos, todos los animales le trataban como si no hubiese sucedido nada. Empezó a desconfiar…
-Tío Conejo, que gusto verlo, tómese un trago, diviértase- le invitó Tío León.
Tomó algunos tragos, no sin antes darse cuenta de que hacía falta Tío Lobo. -¿Dónde andará?- Se preguntaba.- Algo traman estos… Y siguió tomando, los músicos tocaban y Tía Zorra lo invitó a bailar.
-Tía Zorra bailando, ella nunca baila; algo traman estos… pero ¿qué será?- se preguntaba Tío Conejo.
Salió Tío Conejo a bailar con Tía Zorra, que no podía ocultar su dificultad para hacerlo. Pronto y como era de esperarse, trastabilló Tía Zorra descubriendo los grandes y afilados dientes de Tío Lobo. Tío Conejo emprendió la huida. En un abrir y cerrar de ojos estaba fuera del alcance de los demás animales. Desde una colina les gritó:
-Ah, pendejos, de lo que soy nunca he visto sala con dientes, nunca he visto sala con dientes…
-¡Imposible!- rugió Tío Tigre.- Otra vez se nos ha escapado ese desgraciado. Ahora seré yo el que lo atrape.

 A TÍO CONEJO HAY QUE ATRAPARLO A COMO DE LUGAR
Se dispuso otro plan para atrapar a Tío Conejo. Tío Tigre, en compañía de otros animales, decidió salir en busca de Tío Conejo. Lo buscaron, pero no encontraron ningún rastro de él. Tío Tigre el más interesado en hallarlo, no se daría por vencido. Así decidió:
-Solo queda un lugar donde podemos atrapar a Tío Conejo. Ese lugar es el ojo de agua.
En verdad, el ojo de agua era el único lugar que Tío Conejo debía visitar. Un intenso verano había secado los ríos, los arroyos y las quebradas; solo quedaba el ojo de agua para abastecerse.
Tío Tigre se dirigió al ojo de agua en compañía de otros animales. Una vez allí decidió esperar a Tío Conejo. Pasaron varios días y nada se sabía de Tío Conejo.
En el ojo de agua Tío Tigre interrogaba a todos los animales que iban a beber.
-¿Cómo te llamas? ¿Has visto a Tío Conejo?
Esas eran sus preguntas, pero ninguno de los interrogados conocía el paradero de Tío Conejo.
Tío Conejo, que se había enterado del plan para atraparlo, aguantaba y aguantaba sed; ésta se había convertido con el paso de los días en la posible causa de su muerte. Algo se le debía ocurrir, de lo contrario moriría.
-Aquí tienes que venir, no hay otro lugar donde pueda saciar su sed. Cuando se presente lo atraparé.- pensaba Tío Tigre.
Conejo pronto llegaría, pues se había ideado la forma de hacerlo sin ser descubierto. En el lugar donde se encontraba escondido consiguió un calabazo al que le hizo dos huecos grandes en la parte inferior para sus piernas; con un palo bastante fino perforó la parte superior del calabazo en tres lugares, dos para sus ojos y el otro para poder respirar, y luego se metió en el. Cuándo se encontró cerca al ojo de agua, escondió sus patas y se echó a rodar pendiente abajo.
Calambán,  calambán, calambán, se escuchaba.
-¿Qué será eso? ¡qué sonido más raro!- se preguntaban los animales al tiempo que abrían paso. Muy pronto estuvo frente a Tío Tigre.
-¿Quién entra aquí?- preguntó Tío Tigre asombrado.
-Soy Calabacito- respondió el extraño.
-¿De dónde vienes?
-De muy lejos… Vengo a tomar agua, pues me muero de sed.
Qué animal más raro, pensaba Tío Tigre. ¿Sabrá algo de Tío Conejo? Sin imaginar siquiera que estaba frente a él.
-Dime Calabacito, ¿sabes algo de Tío Conejo? Hace días lo buscamos pero ni rastro de él.
-No, ni siquiera lo conozco. ¿Para qué lo buscas? ¿Acaso te debe algo?
-Sí- respondió Tío Tigre- tenemos algunos problemas que arreglar.
-Si lo veo te aviso, Tío Tigre.
-Gracias, Tío Calabacito. Puede pasar a tomar toda el agua que quiera.
Sin esperar más, Tío Calabacito siguió adelante. Tomó y tomó tanta agua que de pronto… se reventó el calabazo. Los golpes al bajar habían fracturado el mate. Tío Conejo quedó al descubierto.
-¡Ese es Tío Conejo!- gritó alguien.- ¡A él que no se escape!
-¡Dispérsense, así no tendrá por donde escapar.- ordenó Tío Tigre.
Tío Conejo, ni corto ni perezoso, echó a correr como hacía rato no lo hacía. Corrió tanto que solo Tío Tigre le pudo seguir el rastro. Tío Tigre daría caza a Tío Conejo, que apresuradamente buscaba por donde escabullirse; pronto observó una de sus cuevas y ¡zass!, se metió en ella. Tío Tigre, en el afán de atraparlo, deicidio imitarlo, pero con tan mala suerte que quedó atrapado en ella, pues Tío Conejo acostumbra a hacer sus madrigueras con una gran entrada y una salida pequeña.
Salió Tío Conejo de su madriguera y encontró a Tío Tigre  haciendo esfuerzos desesperados por salir. Entonces agarró un gran palo y empezó a golpear las nalgas de Tío Tigre.
-juac, juac, juac- se escuchaba cuando el palo chocaba con las carnes de Tío Tigre.
-¡Gruuuurgg! ¡Gruuuurgg!- rugía Tío Tigre. –Tío Conejo desgraciado algún día me la pagarás.
-¿Desgraciado yo? Desgraciado vos- respondió Tío Conejo sin detener el castigo.-Conmigo no han podido, ni podrán-
sin detener el castigo
Los Cuentos de Tío Conejo

Bernardo Alexander Ibarra
Antropólogo

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