Ser bibliotecario es también ser lector: ser lector de
los libros y el entorno. Es ser interlocutor de la comunidad, con claridad
absoluta de la función política, social y educativa que debe cumplir la
biblioteca pública.
En los textos relacionados con el perfil del
bibliotecario público, es común encontrar listados que incluyan una larga serie
de habilidades y competencias. Entre ellas se destacan: ser organizado, buen
administrador, creativo, recursivo, con buenas relaciones públicas,
conocimiento de tecnologías, con iniciativa, interdisciplinario, con sentido
ético y en especial, con gran vocación de servicio.
El mejor bibliotecario es aquel que piensa y se cuestiona
sobre la labor que desempeña, para qué, por qué se hace como cómo lo podría hacer mejor. Este
bibliotecario busca aliados, toca puertas, se prepara, estudia, conoce la
estructura administrativa del municipio, sus tiempos y sus agendas y se
interesa por la actualidad económica y social, para así recomendar y acompañar
procesos de los lectores en formación.
Si la actitud del bibliotecario es pasiva, poco dinámica
e inactiva, si se dedica únicamente a abrir la puerta de la biblioteca y a
entregarles a los niños los textos para que cumplan con sus tareas escolares,
su función social no se cumple. En ese caso es mejor que se retire y permita que alguien con condiciones más
afines a la labor de formación de ciudadanos lo remplace.
Bibliotecas
vivas
“Las
Bibliotecas Públicas Que Queremos”
Gloria María Rodríguez Santamaría
Irene Vasco
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